Los pequeños dioses microbio salieron de las letras y se pusieron en huelga
uno a uno empezaron a matarse y resucitar
alguien gritó que corrían en pelota
ahí agarré uno y le pregunté
¿tay seguro conchetumadre?
él no dijo nada, sólo contestó de alguna forma que no recuerdo
m,e quedo tan claro cual era la respuesta
que corrí a la cumbre de la loma pelada
y de un soplido quedó peluda
después de dos pálpitos inesperados corrió nuevamente el enano dios que
furioso me retaba por no creer en el.
Así fue como caí en el infierno.
Creación Conjunta:
Escrito - Filipo Guzmán
Ilustración - Ian Hermansen
Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago, 1963).Profesor de Estado por la Universidad de la Serena y Diplomado en Literatura Latinoamericana Contemporánea. Fue subdirector revista de literatura chilena Rayentrú, editor de reseñas del periódico cultural Carajo y colaborador permanente de Revista Pluma y Pincel. Actualmente dirige el proyecto editorial Santiago Inédito.
Su trabajo poético ha sido reconocido en diversos certámenes entre los que figuran la Beca de Creación que otorga el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999 y 2004), Festival de todas las Artes Víctor Jara (1998 y 2002), concurso nacional Eusebio Lillo (2005), Juegos Florales de Vicuña (2005), concurso nacional Stella Corvalán (2006), y Premio Nacional Eduardo Anguita (2008) entre otros. Ha publicado Suscrito en la niebla (1995); Ciudad Poniente (2000 - 2002); Memorial del Confín de la Tierra (2003); Tractatus y Mariposa (2006); y Militancia Personal (2008).
Su obra se encuentra en gran cantidad de revistas del país, movimiento que animó durante los años 90, y muestras de poesía chilena como la Antología del Valle de Elqui (Volantines, Arturo, La Serena, 2003); Antología de los Juegos y el Deporte (Pérez, Floridor. Santiago, 2004); Antología de Poesía Chilena: Periodo 80-2000 (Varios autores. Santiago, 2005); Cinco poetas chilenos contemporáneos (Grando, Cristian. Sao Paulo, 2006); Arte de vivir, acercamientos críticos a la poesía de Pedro Lastra (Nagy-Zekmi, Silvia y Correa-Díaz, Luis. Santiago, 2006); The new chilean poetry and its nonagenarian antipoet (Oliphant, Dave. Austin, 2007); Fértil Provincia (Lácamara, Reynaldo y Morales, Andrés. La Habana, 2008) y Fin de siglo: nueva poesía de los 80 (Gutiérrez, Julián. Santiago, 2009) entre otras.
A Martín Vargas
LE GRITABAN BORRACHO, MUJERIEGO
UN BUENO PARA NADA
Ahora que sabes como muerde la galucha herida
y el “Pega martín pega” se ha transformado
en la búsqueda de una pega mal asalariada.
Ahora que duelen tus nudillos cuando llovizna
y ese automóvil flamante
es un hueso quebrado en la memoria:
recuerdos que tiran la toalla
y caen derrotados en este rincón.
Ahora, mientras los perfectos pómulos de una Miss
han ocupado el lugar de tus cicatrices en la pantalla
descubres que esos colores de la Virgen de Lourdes
no pueden, ni podrán, rayar las pintas de ningún tigre.
Ambiente de fiesta vivimos en el principal coliseo del país A pocos minutos de comenzar el partido, damos probable alineación de los equipos que se enfrentan en este difícil duelo . El televisor dispara enseguida nombres de jugadores y de repente una rubia en biquini llena la pantalla. Los ojos de Carlos van desde su figura divina hasta la mano que con delicadeza sostiene la bebida. El comercial se prolonga en la carrera de un niño y entonces Carlos desvía la mirada hacia la mesa. Todo está listo. Julia ha colocado unas cervezas y papas fritas. El hombre se apronta para la sesión futbolística de la semana, que incluye el partido, comentario y repetición de goles. _ El fútbol es como las mujeres, Carlos; hay que tener varios equipos para ser feliz_ Rubén y Carlos se pasaban horas hablando de la última compra que hizo el Colo o de ese pase que en el preciso momento se transformó en gol de chilenita, de los que no ataja ni el diablo. Eran jóvenes, sin grandes responsabilidades, entre copas y risas celebraban los pases y goles vinieran de donde viniesen. Más de una vez se encaminaron a su casa sosteniendo el peso de la madrugada. Julia va hasta el baño y desabrocha su vestido, que cae como un pájaro al que se le han roto las alas. Con un movimiento lleno de gracia lanza sus ropas de mínima espuma que vuelan de cualquier manera hasta la percha. Balancea por algunos segundos un zapato que cuelga en la punta de los dedos, mientras el otro reposa ya como un animal doméstico sobre las baldosas. El agua cae susurrando a lo largo de sus ondulaciones de mujer que sin ser bonita resulta atractiva para las miradas masculinas que asaltan la abundancia del busto y bajan al estallido de las caderas. El jabón huele a manzana. A ella le agrada comerse una, especialmente en la noche. Siente que la boca comienza a llenarse de agua y por un momento tiene la idea de mordisquear el jabón. “Carlos jadea y el sudor me está empapando. La manzana sobre el velador, la manzana”. Julia intenta cantar mientras toma el cepillo y lo hunde en la negrura de sus cabellos, los mismos que al principio Carlos acariciaba como lo está haciendo ahora esa toalla roja que la envuelve. Toma un frasco y las gotas avanzan por unas orejas pequeñas, dejándolas fragantes “para quién me estoy perfumando si Carlos ya no es el mismo y la pasión descansa allí donde se guarda aquello que no usamos y en la soledad encuentro un puerto, pero yo busco una tempestad ardiendo en relámpagos y truenos que como caballos atropellan el hastío. Quiero fundirme con Carlos y él se duerme. Entonces nadie puede reprocharme que sueñe con Rubén “. En la pantalla del televisor los jugadores salen por el túnel en dirección a la cancha. Miles de hinchas remecen las graderías para saludar al equipo de sus amores. En ese momento el silencio se transforma en huracán de gritos, allí está el volante que muchas veces tiene la llave del gol, “ ése a quién ninguna maldita mujer desaira comiendo una manzana mientras hacen el amor y si Julia piensa que la he perdonado se equivocó “. _ Carlos, ¿ vas a acostarte?_ La voz se pierde en el desierto de ese hombre un poco triste porque a última hora supo que no tendría que trabajar extraordinario, pero ya era tarde para conseguir la entrada que abre camino a la dicha de llenar sus pulmones con un distinto. Allí está junto a otros tan anónimos como él, sin embargo ellos son el viento que mueve las once aspas de un molino que puede ser imparable hasta que arremete inflando la red y los pechos estremecidos con la alegría del gol. En casa la felicidad es a medias porque no tiene a quién insultar y tampoco hay desprevenidos hinchas para bañarlos con abundantes salivazos justo cuando están ocupados de llenar la galería con sus banderas y consignas. Jugada cerca del área grande, corren dos hombres tras el balón, aparece Mendoza con la pelota pegada al botín y los ojos de Carlos siguen al volante lateral que tira violentamente. A Carlos le parece que él lanza la pelota y desde su mínima estatura crece para arrancar el alarido de las graderías que lo eleva hasta la cima donde el triunfo puede ser muy dulce. _ Carlos, ven _. Julia está junto a él con una invitación clara que abarca desde la mirada brillante hasta la bata que oculta a medias su desnudez. El hombre paladea la cerveza y de repente todo es grito. ¡ Goooool, goooool, gooooool! Julia se atraviesa por un momento frente al televisor y entonces él reclama furioso, levanta un puño, pero no descarga ningún golpe porque allí está ella con la bata abierta y los senos son como dunas ante su vista. Saca el portero del cuadro albo. Tiro largo de Herrera que la toca para Galdames. Carlos no golpea a Julia, pero la finta de ella hasta ahí llega porque él mira otra vez su partido y lo único que desea es estar tranquilo porque para eso trabaja duro toda la semana en la fábrica, soportando al huevón de don Óscar, que nunca se cansa de mandarlo a él que no ha tenido suerte en la vida y apenas se conforma con jugar de vez en cuando una pichanga en el barrio. La cámara muestra panorámicas del encuentro y se detiene en las barras, esa imagen que lo transporta muy lejos mientras las manos de Julia acarician. Una pequeña serpiente sale de la boca femenina para reptar por el pecho del televidente, que no se inquieta aunque la lengua urge. Julia siente estremecimientos en el vientre y una humedad que la está mojando por dentro, allá en lo más íntimo donde el fuego se refugia. Desciende con las esperanzas vivas explorando a Carlos con las manos y entonces recuerda, sin saber por qué, una tarde de infancia. El león en su jaula de circo. Julia lo llamó muchas veces, pero no pudo derrotar la indiferencia del musculoso cuerpo, tumbado y lejano. Carlos tampoco le responde, menos ahora que la pelota avanza en campo enemigo. Unos golpes se escuchan y Julia va hasta la puerta. Rubén está allí con sus miradas que parecen desnudar y listo para invitarla al menor descuido de Carlos, porque siempre Rubén ha estado tratando de conquistarla como si adivinase que las cosas van muy mal entre ella y su esposo y aunque ella se esfuerza por salvar el matrimonio, éste naufraga irremediablemente. Rubén saluda y Carlos apenas responde mientras abrocha su camisa y sube el cierre del pantalón. Luego continúa pendiente del partido. Julia recuerda la transparencia de su ropa y aunque intenta cubrirse en un primer instante, pronto siente que algo tiene que cambiar definitivamente porque ya no se conforma con esa vida de almuerzos en casa de la suegra el día domingo y tampoco soporta los eructos de Carlos cuando está comiendo, ni menos que coloque la radio o el televisor a todo volumen. Es como si Carlos le prestara un remedo de vida engañando a los amigos que creen estar frente a la pareja ideal porque Julia y Carlos son jóvenes, atractivos y llenos de simpatía. Sólo Rubén presiente (o quizás sepa ) que todo es una farsa.. La mujer abre la bata, acaricia sus pechos y luego la mano toca el vientre para bajar hasta un monte de vellos oscuros y la mirada de Rubén llega a todos los rincones de Julia, de una Julia que aún cree en el amor y que todavía busca con esperanzas al hijo que Carlos no ha podido darle. Por un momento Rubén se alarma ante el cariz que están tomando los hechos, pero la inmovilidad de Carlos ante el televisor lo tranquiliza. La pareja desaparece silenciosamente por el pasillo hasta llegar al último cuarto de la casa y las manos inician otro juego, diferente, que permite la erección de los pezones y se prolonga en esa otra que está más abajo con una dureza húmeda y rosada. El instinto arremete con audacia, mientras la lengua de él cae para sumergirse muy profundo y recorrer la oscuridad y el misterio. La boca de Julia se abre para recibir la dureza del hombre y la nariz aspira su olor fuerte. Allá, lejos, en los confines del universo, una voz apenas se escucha: Nos vamos acercando a los treinta y cinco minutos de la primera etapa. El marcador se mantiene uno a cero. Díaz chutea al centro buscando a Rodríguez que peina la pelota. Ahora Rubén deja caer su cuerpo sobre Julia y es la invasión que se concreta mejor cuando ella levanta las caderas e inicia el movimiento que les aproxima tanto que ya son un solo cuerpo meciéndose en un mar de gemidos y gritos ahogados. Penal. El árbitro ha cobrado un penal en los últimos minutos del primer tiempo, informa el relator deportivo. Julia y Rubén comienzan a retirarse uno del otro. Alguna promesa futura resbala por la oreja tibia de ella. Tienen el tiempo justo para vestirse. Todavía arreglándose el cabello salen, respiran profundo y van hacia un Carlos feliz con su enésima cerveza en la mano. Aclarando la voz anuncia, emocionado: - ¡ Vamos ganando dos a cero! -
Se acaba la función, las luces comienzan a cerrar los ojos y el piano susurra la canción del adiós, cierro la puerta hasta la próxima vez. Se acaba la función, hasta el infierno descansa
Efecto Rayuela
Me vestí con trapos especiales para invitarlo al matadero y aunque una lentejuela se me desprendió del ojo, no recuerdo qué ojo, el vestido seguía costando la clarividencia del otro.
Su lugar estaba vacío, no me esperó.
Dejé sobre el escritorio la oscura antología maipucina 2008, para sellar con memoria los atajos hacia la falsa persistencia que no puedo mantener.
Ya en la calle rodé al abisal, conteniendo el desgarro y el efecto de alcoholes mudos que me bebí en el pasado de algún poema.
Dentro del bar, el jazz sembró inmediatamente en mis coyunturas las arenas del tiempo nefasto.
Pedí un delirante barroco doble, lo bebí comencé a perder la cabeza y a recuperar el recuerdo, sentí mis paredes internas, por primera vez supe que estaban hechas de embruncios aéreos, lloré por mi forma y el heroísmo de mi juego. Convencida yo convencidos ustedes de mi parecido a la especie, me creyeron viva alegre y normandinga. Pero me he desmuerto tantas veces como me han levantado de mi cama que, para cuantificar, de epitafios tengo una edición Nobel.
Me siento dilatada en esta atmósfera acigarrada, como slogan violento de un puño que amenaza, fracturada con la costilla flotante anclada en la tusa.
Estos errores se gestan por amar a bohemios borrachos, tardos.
Primero gangrenan el lenguaje de sus amantes les vierten azucenas entre las piernas luego las traen a estos bares donde la música desinfluxia las arterias auricoremales y ya estás contagiada de un dolor que delinque a toda hora.
El buen árbol da tanta sombra que apesta al protegido si no te libras sacarás a cucharadas los despojos y la histeria que siempre es conveniente disimular.
En los espejundios del muro de este bar mi cara de tristeza recobra el llanto mi amor y mis poemas caducaron, se asfixiaron, los perdí, entiendes? Perdí la razón de mis poemas por él.
Por favor, otro delirante barroco doble!! el jazz filtra nuevamente su pegotinense paso mundano y borrascoso, poco me falta para perder toda la pena que llevo engarzada al pescuezo.
Hoy miro a la luna, Y me pregunto si tu miras la misma luna que yo. Si buscas la misma luz, Si buscas un beso, en su blanco hueso Si buscas mis ojos, como busco yo los tuyos.
Hoy miro a la luna, Y no veo mas que eso; Olvido, locura, Solo huesos, sin pellejo. Niega el amor tuyo mi existencia, Me lo ha dicho la luna… Compañera infatigable de eternos devaneos Compañera paciente de todos mis deseos De tu boca, de tus manos, De tu pelo enredado. De una sonrisa tuya que provoque un eclipse, De una mirada infinita que me fulmine, De una pasion eterna que me contamine. De un abrazo maldito que nos una, Todo en un sueño roto, que al final de la noche, Me consuma.
Hoy la luna me mira a mi, y me dice; Ella no te busca, ni lo intenta, Son sus ojos de hielo, su aroma de menta, Y tu no la buscas tampoco, Quieres, Lo que representa…
Entre partituras manchadas de lluvia salada, anuncio la atracción de la noche entonando a penas mi propia respeiaración
ENTRE JAZZ Y MEDIA NOCHE
La noche estéril se manifiesta en un vaso de whisky pretendes desbaratar el sentido huir de las horas porque nadie piensa en ti
Sucumbes en el piano analizando la melodía del jazz como si fuera un teorema intelectual cruzas palabras contigo mismo miras por sobre las gafas esos rostros taciturnos simulando actos visionarios
Inyectan miedo las pupilas sobre partituras de pistilos negros el aire se hace polvo y el olor a ciudad se mezcla en tu vaso a medio beber la melodía de Duke Ellington in a sentimental modd se extingue en la oscuridad
aplausos sudorosos rompen el mutismo
Orietta González Madrid
TRASNOCHANDO JAZZ
1 Para subir hasta el cielo de tu boca, unto la rasposa voz en la divina de Ella Fitzgerald.
2
Revuelco la soledad con un trasnochado jazz. Urgo en tus ojos verdes, en la verdura de tu camisa ¿ qué escondes?
3
Van Gaugh regala azul para el vestido y amarillea tus besos. Sabor de whisky rumor que sacude mis orejas de lirio.
4
Golpeas la sombra del pelo con ese beso, un ritmo para el corazón
regala aquel piano.
5
La solitaria pierna como un cuchillo ardiente desgarras y rompes la tristeza.
Como buen capitán, junto a su nave, el pianista resiste aunque la
angustia arrecie, nota tras nota inunda el desconsuelo de zombis sonrientes, en el abandono sobre poblado de un bar
PIANISTA
La noche se entrega
en tus manos pianista
melodía
que se desliza por el piano de mi ser
se va sincerando poco a poco
tu voz inconsciente
el fruto escondido de las teclas
no se necesitan palabras
para expresar el silencio
pianista
tu música dice más que los amigos de esta mesa
ellos son tierra tu música es aire
para respirar
el aroma de esa mujer ausente
Daniel Ramírez
ELLA CANTA
su mano enguantada sobre el hombre del piano
polvillo y licor parten el espacio tras la barra
espejos tristes con sombras de otras vidas pasean
su cuota alcohólica dando impulso a palabras
vino arrojando cigarros y su carga antigua de ceniza
besos rojos de amantes
y la vie en roses encienden voces superpuestas
como fantasmas en la bruma
un tecleo blanco y negro esta noche de viernes
porque inevitable siguen notas de piano y canción
polillas revoltosas de lámparas humo
detienen su imagen y caen
buscando refugio lugar vinagre de jazz y canto negro
Las historias en los bares espesan al aire aun más que el humo de los cigarrillos, se tejen, destejen y vuelven a tejer vuelan como enjambre sobre las cabezas en un circuito que rodea al piano como ula hoop en la cintura de un niño, es así que los alumnios del Taller Avanzado de Poesía que dirige el profe Sergio Rodríguez, lograron atrapar alguna de esas historia o que algún personaje de este hábitat tan particular cuente lo que ha visto; con motivo del cierre de semestre se presentará un trabajo titulado Blue Note, del que presentaremos una primera parte..
FRENTE AL BLUE NOTE
Frente al Blue Note imagino la audiencia buenos tragos lo mejor del jazz me conformo con mirar el letrero.
Lluvia a mares las luces del bar me guiñan el ojo
Camino con la soledad tras la puerta que invita cortina difusa nube sonora la identidad se diluye esparciéndose hasta desaparecer.
Se abre la tibieza uterina del recinto martillean las teclas en una melodía hecha agua en sordina azucarada
brota la oscura voz temblando melosa Sometimes I feel... la acera brillante se estira con la música en ondas mojadas hasta el resumidero.
Patricia Franco
BOHEMIA
Orden y velas sonidos, humos anaranjados.
Piano bar, Martini Rosé, velada sincera, corazón.
Rojo y flores manteles ondulados, sinuosos arreglos.
Matices divertidos, noche oscura de piel suave.
Lucenford nuevamente me hace disfrutar el momento.
Miembro del taller avanzado de poesía de la municipalidad de Maipú.
Ha aportado a la humanidad tres hermosos seres humanos y como pueden ver está cercana a traer una cuarta,(Rocío Alexandra).
Andrea tiene una poesía intimista y muy sincera con la que comporte a través de sus hablantes lo que sucede en su inmenso mundo interior: es muy grato para mí presentarles algo del trabajo de Andrea Espinoza, una luchadora incansable que escribe con letra de mujer
El amor no existe. Es una idea que me ha costado digerir pero, después de muchos años, la he comprendido, abrazado y adoptado como mía. Desde que somos pequeños nos enseñan a pensar que ese conjunto de desequilibrios fisiológicos que experimentamos cerca de aquellos que nos atraen, física o intelectualmente, se llama amor y que es capaz de mover montañas; que es necesario para poder tener una relación de pareja exitosa; que si nunca hemos amado, entonces, no hemos vivido; que los besos sin amor saben a desgano; que el mejor sexo, es el sexo con amor; en fin, una retahíla de quimeras que no trae nada positivo consigo.
En nombre del amor se atropella, engaña y decepciona, incluso se asesina; se han escrito tantas canciones de amor, como estrellas hay en el universo; tantos libros como gotas de agua en el mar; tantos poemas, refranes, tratados, teorías, tanto de esto, de aquello, tanto de todo que la gente termina perdiendo hasta la última gota de sentido común. El desequilibrio emocional, la pérdida de control, un constante estado de letargo y una torpeza extraordinaria, son los síntomas que invaden a todas las víctimas de esta atroz invención humana.
No tiene caso negarlo, mucho menos mentir al respecto. Yo también fui su víctima. Yo también llegué a estar embriagada por esa idea de “amar” a alguien y en nombre de ese sentimiento fui capaz de hacer cosas que no considero, ni consideraba entonces, correctas o dignas; pero nada de eso importaba si a cambio podía mantener a mi lado a esa persona que me daba lo que tanto había anhelado, que me hacía sentir todo eso que siempre había querido… pero todas las historias, cuentos y relatos tienen un final; todas las ilusiones se esfuman cuando las salpica la más mínima gota de realidad; los sueños, las esperanzas, todo eso que acompañaba a la efímera idea de “estar enamorado”, todo se evapora dejando una amarga carga de vacío, un olor a desesperanza, y un empalagoso deseo de venganza. Nos invade la desesperación porque no sabemos cómo recuperar eso que perdimos; entonces pasamos del letargo de la ilusión, al aturdimiento de la aversión; de la dulce torpeza del distraído, al vulgar descuido del abandonado; todo esto consecuencia de haber alimentado indiscriminadamente, tal como nos enseñaron, a ese fantasma con grillete que resulta el “amor”.
El amor no existe. No es un ingrediente indispensable para la receta de la felicidad. No es la última Coca-Cola del desierto. No lo inventó la reina del arroz con pollo. No hace que las mañanas sean más o menos frías, o que las noches sean más cortas o menos largas. No nos hace mejores, pero puede hacernos peores. No ganamos nada cuando lo aceptamos, pero perdemos todo cuando se nos escapa de las manos. ¿Por qué razón arriesgarlo todo por algo tan etéreo, cuando nos podemos garantizar la felicidad eterna planificando nuestro futuro con precisión científica? ¿Por qué abrir las puertas al desequilibrio sentimental, cuando la seguridad emocional nos espera a la vuelta de la esquina?
El amor no existe. Por lo menos no en esta vida, no en este planeta, no en esta realidad. No existe en la profundidad de su mirada. Nunca ha estado en la ternura de sus besos, ni en el calor de sus caricias. No se esconde en mi cabeza cuando recuerdo su respiración, ni camina por mi espalda, como lo hacen sus dedos, cuando no está. No alimenta de suspiros mis pulmones, porque no deambula la ciudad. No acelera mi corazón porque no le doy cuerda, ni dejo la rienda suelta para que paste a libertad. No. Yo no.
El amor no existe, de eso estoy segura, porque si existiese…
Observo, siento, escucho y mis ojos contemplan mi entorno incompresible, absurdo, abstracto, todo gira incesantemente al compás de mis pulsaciones, que pasan a ser explosiones sucesivas en mi cabeza, como un sonido extraño, desconocido o quizás puedo reconocerlo, aunque no del todo. No dejo de oír esas pulsaciones como campanadas; ya no sé acallar ese maldito ruido que acompaña a la incoherencia de las imágenes que me rondan, aves de colores que mutan; que pasan de tener aspecto amistoso y apacible a ser voraces depredadoras que hurgan picoteando en los dedos de mis pies, hambrientas, violentas, desesperadas. No obstante a mi miedo las observo con especial interés y esta escena abre mi apetito y las cojo una a una, engulléndolas sólo con un poco de sal y pimienta. Luego de acabar con todas, caigo en cuenta que ya no escucho sonido alguno, solo siento la fresca caricia del viento sobre mi piel y me invade una exquisita sensación de paz y tranquilidad. Al fin duermo y descanso de este cíclico calvario que experimento noche tras noche.
Enzo Poblete, escritor español desde Cataluña, España, octubre 2007
No sé bien que es lo que me sucede; no me deja en paz, me sigue, me persigue, me acosa… No me deja en paz.
Me absorbe ¿sabes? Succiona mis energías, devora toda intención por avanzar, me anula, hace de mí un ser incoherente, irritable, inflamable, combustible. Multiplica por cero mi paciencia, me transforma, me deforma.
Quiero que se aleje de mí, que se aparte, necesito perderle de vista, pero está más cerca que nunca; a cada momento, como mi sombra y peor aún, puesto que hasta en la mas absoluta oscuridad respira sobre mi nuca. Parasita dentro de mí, me carcome, se alimenta de mis penas, de mis frustraciones, se transforma, hace de mi personalidad lo que esté a manos de su voluntad.
No sé cuando acabará todo, se apagó la luz al final del túnel… No tengo salida.