7/24/2009

Piano bar parte final


Se acaba la función, las luces comienzan a cerrar los ojos y el piano susurra la canción del adiós, cierro la puerta hasta la próxima vez.
Se acaba la función, hasta el infierno descansa


Efecto Rayuela


Me vestí con trapos especiales
para invitarlo al matadero
y aunque una lentejuela se me desprendió del ojo,
no recuerdo qué ojo, el vestido seguía costando
la clarividencia del otro.

Su lugar estaba vacío,
no me esperó.

Dejé sobre el escritorio la oscura antología
maipucina 2008, para sellar
con memoria los atajos hacia la falsa
persistencia que no puedo mantener.

Ya en la calle rodé al abisal, conteniendo el desgarro
y el efecto de alcoholes mudos
que me bebí en el pasado de algún poema.

Dentro del bar, el jazz sembró inmediatamente
en mis coyunturas
las arenas del tiempo nefasto.

Pedí un delirante barroco doble, lo bebí
comencé a perder la cabeza y a recuperar el recuerdo,
sentí mis paredes internas,
por primera vez supe que estaban hechas
de embruncios aéreos, lloré por mi forma
y el heroísmo de mi juego. Convencida yo
convencidos ustedes de mi parecido a la especie,
me creyeron viva alegre y normandinga. Pero
me he desmuerto tantas veces
como me han levantado de mi cama
que, para cuantificar, de epitafios tengo una edición Nobel.

Me siento dilatada en esta atmósfera acigarrada,
como slogan violento de un puño que amenaza,
fracturada
con la costilla flotante anclada en la tusa.

Estos errores se gestan por amar a bohemios borrachos, tardos.

Primero gangrenan el lenguaje de sus amantes
les vierten azucenas entre las piernas
luego
las traen a estos bares
donde la música desinfluxia
las arterias auricoremales
y ya estás contagiada de un dolor que delinque a toda hora.

El buen árbol da tanta sombra
que apesta al protegido
si no te libras
sacarás a cucharadas
los despojos y la histeria que siempre
es conveniente disimular.

En los espejundios del muro de este bar
mi cara de tristeza recobra el llanto
mi amor y mis poemas
caducaron, se asfixiaron,
los perdí, entiendes?
Perdí la razón de mis poemas por él.

Por favor, otro delirante barroco doble!!
el jazz filtra nuevamente su pegotinense paso
mundano y borrascoso,
poco me falta para perder
toda la pena que llevo engarzada al pescuezo.

Ariela Córdova


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