Siempre en el escondite sin temer a la marea o la luna, con un gracioso vestido de algas, musgo en la cabeza como una orgullosa corona y el cuerpo anquilosado; los días caen encima y las noches quitan el sueño.
A veces los ruidos traen recuerdos que llegan como una botella portando un mensaje que viene y va con el movimiento del agua.
Pero en el escondite no se aceptan visitas, apenas si permiten mi presencia, he visto demasiada agua pasar por debajo de este puente, sólo me queda el silencio y el arrullo de las caracolas adormecido en el fondo.
El tiempo parece volar en este destierro submarino, los últimos 20 años sólo fueron un parpadeo dentro de mis cuencas, si pudiera recordare el color de sus ojos o la fuerza de esas manos aforrándose a mi espalda, pero es inútil, en el escondite la vida se diluye sin necesidad del agua.
Una vez, llegaron unas personas con extraña vestimenta, al parecer me buscaban, yo comencé a desesperar, gritaba sin cuerdas, estiraba mis manos para alcanzar al que se acercaba ,sólo huesudo fracaso, así pasó un par de veces, luego dejé de existir, definitivamente la que me mató fue la tristeza.
Se que debo haber cambiado, mal que mal 20 años no dejan de pesar en la apariencia de nadie, perdí el apetito, vivir ya no me provoca, creo que mi escondite es el lugar perfecto, aunque debo reconocer que el aislamiento me ha vuelto un poco ambicioso y desearía tener muchas cosas que no poseo.
Quisiera poder moverme las gaviotas hablaron, el tesoro es todo mío la deuda con ellas está saldada, pues a cambio de la información ofrecí mi cuerpo, quisiera una lápida que llevase mi nombre, mi hermoso nombre que era música entre sus labios, también algo de espacio en el escondite para estirar lo que quedó de mi pierna derecha luego de las balas pero sé que es mucho pedir mi tiempo pasó y los NN tenemos problemas para hacer valer los derechos.
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