5/31/2009

Herman Hesse, un año más, otro pelo en el lomo del lobo

Cuando volví en mí, Mozart estaba de nuevo a mi lado. Hablamos un momento y me dijo: Usted , querido y estúpido amigo, ha de hacerse cargo del humorismo de la vida, del humor patibulario de esta vida y al mismo tiempo que me ofrecía un cigarrillo, mágicamente sacado de su bolsillo, había dejado de ser Mozart y era mi amigo Pablo. Grité: ¿Pablo, dónde estamos? Estamos –sonrió- en mi teatro mágico, pero te confesaré que me has decepcionado, “has quebrado el humor de mi pequeño teatro y has cometido una felonía, has andado pinchando con puñales y has ensuciado nuestro bonito mundo alegórico con machas de realidad.” Lo que hiciste fue por celos y a esta figura no la supiste manejar, creí que habías aprendido mejor el juego. En fin, podrá corregirse. Cogió a Armanda, la cual, entre sus dedos, se convirtió en una figurita del juego y la guardó en el bolsillo.

Comprendí todo, a Pablo y a Mozart; estaban en mi bolsillo las cien mil figuras del juego de la vida. Tenía el deseo de empezar otra vez el juego, “de gustar sus tormentos otra vez, de estremecerme de nuevo y recorrer una y muchas veces más el infierno de mi interior. Alguna vez llegaría a saber jugar mejor el juego de las figuras”.

Alguna vez, yo también, aprenderé a reír.



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