La capital mexicana se convertirá en la primera ciudad de América Latina que modifica sus leyes para permitir el matrimonio homosexual, según legisladores locales. Con 39 votos a favor y 20 en contra, la iniciativa, rechazada por la Iglesia católica, fue aprobada tras un encendido debate por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, donde la izquierda es mayoría.
Las reformas al Código Civil aún deberán ser promulgadas por el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, quien en el pasado ya ha dado el visto bueno a varios proyectos considerados progresistas.
Y para celebrarlo dejamos un trió de poemas alternativos!
HELADO DE FREDDO"
patético soñador
el muchachito de la película
dio la vida
por escudarlo a Gregory Peck
siempre cedía el asiento en el colectivo
devolvía plata que encontraba en la calle
(a la persona equivocada)
pasó por la vida en vuelo rasante
y se lanzó
sin paracaídas
sutil hasta la exquisitez
cuando se lo cojieron en el recreo de Tigre
dijo "gracias"
y se creyó
que era para siempre
CIRCUS
atisbé un amor mágico
primavera celeste en julio
eran dos
eran uno
sin hablar se fundían
borracho de incienso callejero
escruté a la enana de Caballito
misteriosa habitante del sueño
se codea con el deleznable jogging
y la minifalda de la gordita sexy
pletóricos machos
desafían al tiempo
con el jean reventón
la remera "just do it"
y en la perfumería
el negro que quería ser blanco
se empolvaba la cara
Adolfo Adaro
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Romance Sonámbulo
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
Federico García Lorca.
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