9/27/2009
Juegos
Ambiente de fiesta vivimos en el principal coliseo del país A pocos minutos de comenzar el partido, damos probable alineación de los equipos que se enfrentan en este difícil duelo . El televisor dispara enseguida nombres de jugadores y de repente una rubia en biquini llena la pantalla. Los ojos de Carlos van desde su figura divina hasta la mano que con delicadeza sostiene la bebida. El comercial se prolonga en la carrera de un niño y entonces Carlos desvía la mirada hacia la mesa. Todo está listo. Julia ha colocado unas cervezas y papas fritas. El hombre se apronta para la sesión futbolística de la semana, que incluye el partido, comentario y repetición de goles.
_ El fútbol es como las mujeres, Carlos; hay que tener varios equipos para ser feliz_
Rubén y Carlos se pasaban horas hablando de la última compra que hizo el Colo o de ese pase que en el preciso momento se transformó en gol de chilenita, de los que no ataja ni el diablo. Eran jóvenes, sin grandes responsabilidades, entre copas y risas celebraban los pases y goles vinieran de donde viniesen. Más de una vez se encaminaron a su casa sosteniendo el peso de la madrugada.
Julia va hasta el baño y desabrocha su vestido, que cae como un pájaro al que se le han roto las alas. Con un movimiento lleno de gracia lanza sus ropas de mínima espuma que vuelan de cualquier manera hasta la percha. Balancea por algunos segundos un zapato que cuelga en la punta de los dedos, mientras el otro reposa ya como un animal doméstico sobre las baldosas. El agua cae susurrando a lo largo de sus ondulaciones de mujer que sin ser bonita resulta atractiva para las miradas masculinas que asaltan la abundancia del busto y bajan al estallido de las caderas. El jabón huele a manzana. A ella le agrada comerse una, especialmente en la noche. Siente que la boca comienza a llenarse de agua y por un momento tiene la idea de mordisquear el jabón. “Carlos jadea y el sudor me está empapando. La manzana sobre el velador, la manzana”.
Julia intenta cantar mientras toma el cepillo y lo hunde en la negrura de sus cabellos, los mismos que al principio Carlos acariciaba como lo está haciendo ahora esa toalla roja que la envuelve. Toma un frasco y las gotas avanzan por unas orejas pequeñas, dejándolas fragantes “para quién me estoy perfumando si Carlos ya no es el mismo y la pasión descansa allí donde se guarda aquello que no usamos y en la soledad encuentro un puerto, pero yo busco una tempestad ardiendo en relámpagos y truenos que como caballos atropellan el hastío. Quiero fundirme con Carlos y él se duerme. Entonces nadie puede reprocharme que sueñe con Rubén “.
En la pantalla del televisor los jugadores salen por el túnel en dirección a la cancha. Miles de hinchas remecen las graderías para saludar al equipo de sus amores. En ese momento el silencio se transforma en huracán de gritos, allí está el volante que muchas veces tiene la llave del gol, “ ése a quién ninguna maldita mujer desaira comiendo una manzana mientras hacen el amor y si Julia piensa que la he perdonado se equivocó “.
_ Carlos, ¿ vas a acostarte?_ La voz se pierde en el desierto de ese hombre un poco triste porque a última hora supo que no tendría que trabajar extraordinario, pero ya era tarde para conseguir la entrada que abre camino a la dicha de llenar sus pulmones con un distinto. Allí está junto a otros tan anónimos como él, sin embargo ellos son el viento que mueve las once aspas de un molino que puede ser imparable hasta que arremete inflando la red y los pechos estremecidos con la alegría del gol. En casa la felicidad es a medias porque no tiene a quién insultar y tampoco hay desprevenidos hinchas para bañarlos con abundantes salivazos justo cuando están ocupados de llenar la galería con sus banderas y consignas. Jugada cerca del área grande, corren dos hombres tras el balón, aparece Mendoza con la pelota pegada al botín y los ojos de Carlos siguen al volante lateral que tira violentamente. A Carlos le parece que él lanza la pelota y desde su mínima estatura crece para arrancar el alarido de las graderías que lo eleva hasta la cima donde el triunfo puede ser muy dulce.
_ Carlos, ven _. Julia está junto a él con una invitación clara que abarca desde la mirada brillante hasta la bata que oculta a medias su desnudez. El hombre paladea la cerveza y de repente todo es grito.
¡ Goooool, goooool, gooooool!
Julia se atraviesa por un momento frente al televisor y entonces él reclama furioso, levanta un puño, pero no descarga ningún golpe porque allí está ella con la bata abierta y los senos son como dunas ante su vista.
Saca el portero del cuadro albo. Tiro largo de Herrera que la toca para Galdames.
Carlos no golpea a Julia, pero la finta de ella hasta ahí llega porque él mira otra vez
su partido y lo único que desea es estar tranquilo porque para eso trabaja duro toda la semana en la fábrica, soportando al huevón de don Óscar, que nunca se cansa de mandarlo a él que no ha tenido suerte en la vida y apenas se conforma con jugar de vez en cuando una pichanga en el barrio.
La cámara muestra panorámicas del encuentro y se detiene en las barras, esa imagen que lo transporta muy lejos mientras las manos de Julia acarician. Una pequeña serpiente sale de la boca femenina para reptar por el pecho del televidente, que no se inquieta aunque la lengua urge.
Julia siente estremecimientos en el vientre y una humedad que la está mojando por dentro, allá en lo más íntimo donde el fuego se refugia. Desciende con las esperanzas vivas explorando a Carlos con las manos y entonces recuerda, sin saber por qué, una tarde de infancia. El león en su jaula de circo. Julia lo llamó muchas veces, pero no pudo derrotar la indiferencia del musculoso cuerpo, tumbado y lejano. Carlos tampoco le responde, menos ahora que la pelota avanza en campo enemigo.
Unos golpes se escuchan y Julia va hasta la puerta. Rubén está allí con sus miradas que parecen desnudar y listo para invitarla al menor descuido de Carlos, porque siempre Rubén ha estado tratando de conquistarla como si adivinase que las cosas van muy mal entre ella y su esposo y aunque ella se esfuerza por salvar el matrimonio, éste naufraga irremediablemente. Rubén saluda y Carlos apenas responde mientras abrocha su camisa y sube el cierre del pantalón. Luego continúa pendiente del partido.
Julia recuerda la transparencia de su ropa y aunque intenta cubrirse en un primer instante, pronto siente que algo tiene que cambiar definitivamente porque ya no se conforma con esa vida de almuerzos en casa de la suegra el día domingo y tampoco soporta los eructos de Carlos cuando está comiendo, ni menos que coloque la radio o el televisor a todo volumen. Es como si Carlos le prestara un remedo de vida engañando a los amigos que creen estar frente a la pareja ideal porque Julia y Carlos son jóvenes, atractivos y llenos de simpatía. Sólo Rubén presiente (o quizás sepa ) que todo es una farsa.. La mujer abre la bata, acaricia sus pechos y luego la mano toca el vientre para bajar hasta un monte de vellos oscuros y la mirada de Rubén llega a todos los rincones de Julia, de una Julia que aún cree en el amor y que todavía busca con esperanzas al hijo que Carlos no ha podido darle. Por un momento Rubén se alarma ante el cariz que están tomando los hechos, pero la inmovilidad de Carlos ante el televisor lo tranquiliza.
La pareja desaparece silenciosamente por el pasillo hasta llegar al último cuarto de la casa y las manos inician otro juego, diferente, que permite la erección de los pezones y se prolonga en esa otra que está más abajo con una dureza húmeda y rosada. El instinto arremete con audacia, mientras la lengua de él cae para sumergirse muy profundo y recorrer la oscuridad y el misterio. La boca de Julia se abre para recibir la dureza del hombre y la nariz aspira su olor fuerte. Allá, lejos, en los confines del universo, una voz apenas se escucha: Nos vamos acercando a los treinta y cinco minutos de la primera etapa. El marcador se mantiene uno a cero. Díaz chutea al centro buscando a Rodríguez que peina la pelota.
Ahora Rubén deja caer su cuerpo sobre Julia y es la invasión que se concreta mejor cuando ella levanta las caderas e inicia el movimiento que les aproxima tanto que ya son un solo cuerpo meciéndose en un mar de gemidos y gritos ahogados.
Penal. El árbitro ha cobrado un penal en los últimos minutos del primer tiempo, informa el relator deportivo. Julia y Rubén comienzan a retirarse uno del otro. Alguna promesa futura resbala por la oreja tibia de ella. Tienen el tiempo justo para vestirse. Todavía arreglándose el cabello salen, respiran profundo y van hacia un Carlos feliz con su enésima cerveza en la mano. Aclarando la voz anuncia, emocionado:
- ¡ Vamos ganando dos a cero! -
EMILIA PAEZ SALINAS
9/26/2009
9/24/2009
Huracan
La demoledora dictadura,
es peor que un terremoto
un huracán,
una peste:
no tiene indicios
de piedad.
Cómo es tan evidente
matarnos con sus metrallas y toletes,
con sus gases
y sus torturas:
nos aplica el hambre,
la sed,
la indefensión
ante las enfermedades.
Toque de queda
día y noche
para reprimir el levantamiento
que está barrio por barrio.
Honduras es sinónimo de cárcel
y sus carceleros
hienas sustitutas.
En el ínterin,
los golpistas tienen las alacenas
repletas,
los policías a la orden,
el ejército en un despliegue nacional
y toda la droga disponibles
para enervar a sus mastines
de exterior humano.
Y las víctimas,
en este toque de queda
que vamos burlando
a costa de la vida,
esperamos, esperamos
creyendo,
que allá afuera,
hay una humanidad
que no nos dejará solos
cuando el cruel Moloch,
sonriente,
cínico,
profesional de la muerte,
bebe nuestra sangre
y dicen que diga a CNN
que no,
que aquí los victimarios
andan de asueto
y que los gritos
que los golpes apagan,
son alabanzas,
ovaciones
al gorila interino que está encaramado
en la mata,
porque la democracia, es así.
Candelario Reyes García
9/20/2009
El escondite de la noche
Ella pasa por mi cuarto
Como sombra extraña
Sujeto el cielo con una mano
Y recojo estrellas con la otra
La rutina reveló
el escondite de la noche
y no hay donde guarecerse
ni siquiera en nosotros mismos
estrellas fugaces
se volvieron fugitivas
y terminaron estrellándose
en el cielo raso
guardo entre mis manos
Imágenes de ella
que el ronquido del hastío
no logró arrebatarme
y aquí estoy
como cada noche
insomne
recorriendo la casa
llena de puertas cerradas
sin ventanas
que den a la primavera
GET OLDER :
ablandadas con los años
camino hacia el sur de la existencia
Mantenido
por tubos de aire
alchohol
y un montepío miserable
polvo sobre polvo
cenizas sobre cenizas
lloran los huesos
y un corazon
que enfermó
por falta de atención.
9/17/2009
9/14/2009
La morada
y ver empañarse los cristales
cuando afuera llueve con total alevosía
Remojar historias en leche tibia para ver la lluvia
con espejos en las paredes que la llenen de novedad
donde haya silencio para dormir la siesta
con ráfagas de sol viento en las noches
una bohardilla con post grado en bicho
guarde una casa, mi casa,- fruto de penas blancas- ,diría Tito
se llevan el auto y la billetera de Kent
de muñecas bravas que duermen despacio
y sueñan despiertas casa de durmientes
que besan príncipes de color celeste o gris
de las que escriben poemas en la tina
Así quiero mi casa pintada de poemas
de los que están vivos de los necesarios
que quitan el hastío y espantan el sueño
oliendo a café dulce
una casa viva………..
9/11/2009
SIN- JUSTIFICACIÓN
soy un pescador
de sueños inconclusos
Atrapado
entre reglas
y el desayuno
Una curiosidad sospechosa
me levanta
cada mañana
para soñar con eso
que me quita el sueño
En cambio
aprendo a nadar
en turbulentas aguas
Fumar un cigarro
tomar cerveza
leer a esos malditos poetas
expulsados de las academias
Yo no justifíco nada
solo justifíco
el derecho
y la obligación
de buscar felicidad
entre medio de la basura.
9/09/2009
Por una mirada un mundo
9/06/2009
Sin palabras
Dentro del vagón no me quitaba los ojos de encima, marcando la diferencia de esa mañana, me daba vergüenza pero me gustaba; de pronto,¡ bendita frenada brusca¡ que me dejó a centímetros de su cara, otra más y su mano bajaba por mi espalda, pensé que no debía permitirle tal osadía, pero estaba tan repleto que no cabía palabra alguna.
Fue un romance corto, bajó en estación Tobalaba y sin decirme adiós se llevó mi corazón junto con mi billetera
9/05/2009
Historia de una Casa :
9/02/2009
La difrencia entre la vida y la muerte
Cuadro: Erótica en azul. Gil Marosi
Mientras el Profesor conducía con cierta seriedad el automóvil, Rosi, para salir del silencio, le preguntó:
- ¿Y usted, Profesor, qué edad tiene? A ver, no me diga nada, déjeme adivinar. Josefina puede tener unos cuarenta años, usted..., usted puede tener cincuenta años. ¿Acerté?
- Sí, más o menos –contestó el Profesor-, el próximo mes de noviembre voy a cumplir sesenta y cinco años.
- En verdad no se le notan por ningún lado –dijo, divertida, Rosi, dándole una palmada en la pierna del acelerador.
- Sí, en algunos lugares se me nota –agregó, circunspecto, el Profesor.
- ¿Adonde me lleva? –preguntó Rosi con inquietud.
- A su casa, ¿o usted preferiría ir a otro lugar? – y frente al silencio de Rosi, el Profesor preguntó a su vez-. Y usted ¿qué edad tiene?
- Me avergüenzo –dijo Rosi-, tengo apenas treinta años y me siento bastante más vieja que usted. En lugar de arrastrarle a usted tras mis perfumes, me dejo arrastrar por sus amables rechazos. ¿Me daría un beso si se lo pido?
- Un beso, sí –dijo el Profesor-, pero después del beso, ¿qué me va a pedir?
- Cuidado con el semáforo, que se puso rojo.
- Sí, ya lo vi, y luego del beso, ¿qué me va a pedir?
- Venga Profesor, lléveme a su casa. No se lo contaré ni siquiera a Josefina.
- ¿Y por qué – dijo sorprendido el Profesor- habría de importarme a mí que usted se lo cuente o no a Josefina?
- -Bueno –titubeó Rosi-, como Josefina es mi psicoanalista y al mismo tiempo, creo..., es su paciente, pensé...
- Sí –interrumpió el Profesor- Josefina es su psicoanalista, pero no, como usted cree, su novia y, por otra parte, y no en el mismo momento, es mi paciente pero no, como usted cree, mi marido. Así que por ahora, con tanta confusión mejor la llevo a su casa ¿Qué le parece?
Rosi no contestó y ahora el Profesor la llevó directamente hasta la puerta de la casa.
Al llegar, Rosi Provert ni se bajaba del coche ni hablaba. El Profesor bajó del coche, dio toda la vuelta y abrió la puerta de Rosi, la tomó de una mano y la ayudó a bajar del coche. Y ése fue el momento que más cerca habían estado en toda la noche. A menos de 20 centímetros de distancia, frente a frente, escuchando la respiración del otro, el temblor genital.
Rosi cerró los ojos y el Profesor besó de manera imperceptible sus labios, y ella sintió que todo se desgarraba en su ser. Tal vez fuera eso el amor, pensó para sus adentros, ¡qué locura!
- Nos vemos otro día y seguimos conversando -le dijo el Profesor, mientras ella abría el portal de su casa.
El Profesor estaba contento. Mientras conducía, entonaba una melodía en italiano.
Para Rosi Provert las cosas no eran tan sencillas, ni tan claras. Ella nunca había sentido esa inquietud en el bajo vientre.
Cuando él rozó sus labios, en la calle, casi se desmaya por las emociones encontradas que sintió en su pecho, en su cabeza, en sus piernas.
Se dejó caer en un sillón de la sala, pero sólo un instante, enseguida entró en el baño. Limpió cuidadosamente la bañera. Tiró, luego, espuma de baño y dejó correr el agua.
Antes de salir del baño miró su cara en el espejo. Se vio bella como nunca, soltó su pelo, salió del baño (todo lo hacía a un ritmo palpitante), puso Vivaldi en la minicadena que le había regalado su madre y se descalzó.
Corrió descalza por el pasillo, se quitó la falda, se miró el culo en el espejo del pasillo y sintió que tenía un culito pequeño y delicado.
Distraída y ya desnuda, tratando de bailar La Consagración de la Primavera, volvió a la realidad con el ruido del agua saliendo de la bañera.
Corriendo hacia el baño para cerrar el agua se notó bellamente agitada y se imaginó estar corriendo de manera salvaje, en plena selva, una presa de amor.
Se zambulló en la bañera como si fuera en las orillas de un río espectacular de la selva amazónica.
Sintió reflejarse en el verde de la espuma sus propios ojos verdes y se dejó invadir por millones de peces de colores que, como sedas de Oriente, se posaban en su cuerpo, y algunos con ojos del Profesor y, aun, otros con los ojos de Evaristo y otros más, aún, con los ojos de Josefina, intentaban penetrarla.
Ella escapando de esos peces, por momentos, voraces de amor, y jugando con la verde espuma, descubrió sus pezones y le impresionó muchísimo, al tocárselos, que fueran tan sensibles, que produjeran tanto goce, y siguió un poco más y apretó un poco y, mientras Vivaldi, esta vez, mataba a los gritos a todos los personajes, ella tuvo su orgasmo.
El primero y, así, de manera tan sencilla, se había establecido en ella la diferencia entre la vida y la muerte.
Viejo Feliz