Como aire entrando por la cerradura vi. pasar los años, dormí demasiado quizá y el tiempo estuvo siempre bien despierto, cada vez que abría los ojos había pasado 15 ó 20 años y fue viviendo generación tras generación, sin generar nada, llegué a pensar que había muerto y que no quería aceptarlo,-como en una historia de Hitchcock que vi.
Mis venas comenzaron a secarse y el aire no era tan necesario, bastaba cerrar los ojos y saltarme un par de años, durante un tiempo sólo vivía los pares, otro período los impares, lo malo es que comencé a quedarme sólo, la gente que amé se fue muriendo junto con mis lágrimas que día a día se hicieron más escasas, hasta terminar por secarse definitivamente.
Era una especie de momia viviente en el más amplio sentido de la palabra, ni siquiera hacían falta las vendas, pues para que los tobillos no se fueran hacia afuera debía vendarlos igual que a las muñecas.
Luego de unos siglos el sueño pasó a la lista de lo obsoleto, junto a la comida y al amor, eso si que el amor fue por obligación, pues no es fácil conseguir pareja para un inmortal que no luce como Hight Lander.
Perdí todo lo que tenía algo de vida, la familia, los amores, las mascotas, hasta las plantas, sólo yo con el maldito y breve mundo que parece morir y nacer cada día.
Comencé a aburrirme, ya nada tenía gracia, después de varios siglos de hacer lo mismo, me di cuenta que la gente me temía y siendo sincero eso me encantó y le dio algo de sentido a la monotonía de la eternidad.
Nunca fui de los reflexivos y jamás me detuve a pensar porque de mi inmortalidad, sólo la acepté como cualquier cosa, como a esos regalos que no te gustan y agradeces con una sonrisa y creo que hice bien pues hubiese gastado el tiempo entero en descubrir el motivo y luego la razón de que me pasara a mi.
Lastimar a la gente me parecía cada vez más entretenido, era tanto el placer que parecía estar vivo cuando mataba, robaba, engañaba o simplemente asustaba, varias veces me encarcelaron y vi morir a mis celadores, en otras bastó un poco de mi escasa saliva para derretir los barrotes bajo la mirada aterrada de mi entorno carcelario,
Llegó el momento en que nadie se atrevía a nada si de mi se trataba, estaba en el noticiero, entre los más buscados, en las amenazas y pesadillas de los niños, en el diario quehacer del mundo, de este tan longevo y a pesar de todo entrañable mundo
Intenté morir muchas veces, pero fue inútil, además cuando me enterré, tampoco contaba con la compañía de otros cadáveres, pues la gente al saber de mi presencia iba por sus difuntos, como si los alejaran de la peste, aunque soy inmortal, ya estaba un poco cansado, me di cuenta que hasta el tiempo se hace viajo y comenzó a debilitarme el desprecio y el terror que inspiraba
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La soledad comenzó a hacerme viejo
Y aquí estoy tratando de acercarme al mundo, a ese que tanto dañé a pesar de amarlo, una noche que caminaba distraído, unos hombres que estaban tras de mi me vaciaron varias toneladas de concreto encima, luego cuando me pensaron vencido, sacaron el exceso de cemento y me exhiben en las plazas como estatua, los insultos, los proyectiles y cuanta cosa que me lanzan no me gustan, aunque no logran hacer mella en mi cementado cuerpo de hormigón armado, es una lástima no haber podido agradecerle a mis captores por devolverme la vida, pues ahora en las plazas puedo estar cerca de la gente, ver a los niños sin que se orinen por mi cercanía, mirar a las parejas paseando o los abuelos tomando sol, pues es ahora aunque me crean muerto, que estoy más vivo que nunca