Ni la ducha consiguió despertarme, en el paradero luzco como una zombi muy bien presentada, soy una sonámbula de brazos caídos.En la micro recobré un poco la conciencia al escuchar una melodía conocida en el mp3 de una de las sardinas que me acompañaban en la lata cuncuna,-metro las rejas-.Todas las mañanas es lo mismo, espera, choclón e incómodo letargo hasta estación tobalaba, todo hubiese sido igual de no ser por el detalle de haber salido disparada por una de las puertas hacia el riel electrificado que convirtió a este viaje cotidiano en el último.
De más está describir el intenso dolor y la impresión que fue ver como el tren que venía en sentido contrario se llevaba mi cabeza y esparramaba los sesos en el reluciente vidrio junto al letrero que dice no rayes el metro.
Mientras me dirijo a quién sabe donde pienso en todo lo que corrí para tratar de llegar a tiempo al trabajo,- que tontería-, si hubiese sabido que iba a morir me hubiera levantado más tarde
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